Julio Eloy Herrera, un arriesgado hombre de familia

“Mi legado para mi familia y mi entorno es la honestidad y la transparencia”

Julio Eloy Herrera, o “don Julio” como cariñosamente lo llaman sus colegas, es un bumangués afable y siempre sonriente, que cuando habla de su trayectoria en los juegos de suerte y azar la hace parecer como si hubiese sido algo fácil. Desde muy joven sintió inquietud por el comercio, motivado por la experiencia de su padre, lo cual, dice, “es la mejor herencia que pudo haberme dejado”.

Siendo bachiller, acompañaba a su padre en su negocio, la Distribuidora Bucaramanga, “una de las primeras distribuidoras organizadas de la ciudad”, que comercializaba víveres y era distribuidora autorizada de la Licorera de Santander. De esa época recuerda: “yo empecé a ver el comercio con él y él me llevó de la mano mucho tiempo y aprendí. Entonces, me quedó esa venita de comerciante”.

Con esa vena de comerciante y su profesión de Economista de la Universidad Santo Tomás, don Julio emprendió su carrera experimentando en diversos rubros: transporte, hotelería, restaurantes, comida rápida, almacenes de muebles y autolavado de vehículos. Experimentación que duró 14 años hasta que el destino lo cruzó con el negocio de juegos de suerte y azar localizados, sector en el cual lleva más de 20 años.

Don Julio es un hombre de familia, felizmente casado, padre de dos hijos, Julio Eduardo de 25 años, Administrador de negocios internacionales, y Andrea de 29 años, Comunicadora social y periodista; y abuelo de una nietecita llamada Elisa que le hace brillar los ojos cuando la menciona.  Su esposa Doris Suarez León ha sido siempre una compañera incondicional en su trayectoria comercial, pero actualmente es su hijo quien lo acompaña en los negocios, ya que su intención es delegar, retirarse y dejar que la nueva generación tome el relevo.  También su hija colabora en el Departamento de Publicidad y Mercadeo de las empresas.

Fue gracias a una casualidad que don Julio conoció a quien sería su primer socio. “Le compré un salón de billar frente a la Cámara de Comercio de Bucaramanga a un señor que estaba metido en el mundo de los bingos, al saber de mi profesión me pidió que le ayudara a organizar el negocio, ya que él lo manejaba muy informalmente. Así, tuve la oportunidad de viajar por el país y conocer esta actividad, la cual me pareció interesante”.

A pesar de su interés y su insistencia para participar en el negocio, pasó mucho tiempo antes de que este amigo lo invitara a asociarse para abrir 3 nuevas salas de bingo: una en Girón, una en Sabana de Torres (Santander) y otra en Santa Rosa (Sur de Bolívar).  Como hombre de negocios arriesgado, don Julio tomó la decisión  junto con su esposa de vender el apartamento e invertir todo el dinero en esta nueva empresa.

“Y fracasamos en todos y ahí se perdió mi apartamento”, dice sonriendo con mucha tranquilidad. Pero ese revés no lo detuvo, por el contrario, capitalizó la experiencia y aprovechó las oportunidades: “aprendí y gozaba de créditos, e inicié con los negocios en otras partes habiendo aprendido de los errores que se cometieron.  Y me funcionaron las cosas en Bazurto (Cartagena) y en Cereté (Córdoba).” Al mismo tiempo, don Julio compró una pequeña parte de un bingo en Bucaramanga.

Su capacidad de organización y su liderazgo han sido una constante en su vida profesional.  Estas cualidades quedaron evidenciadas cuando junto a su socio logró convocar a todos los propietarios de bingo de la ciudad para asociarse en una sola compañía y hacer frente a la amenaza que se presentó cuando tres empresas de bingo foráneas llegaron a hacerles competencia y “todos perdíamos plata”. Resalta que su gran logro en esa época fue, además de vencer a los competidores, cambiar la mentalidad de sus socios y llevar a la empresa a un alto nivel de formalidad, lo cual a mediano plazo dio muy buenos resultados ya que la empresa creció sin riesgos y sin problemas legales.

Al preguntársele como quisiera ser recordado, sonríe con modestia y dice “como una persona honesta y transparente”.  Se siente satisfecho de haber llevado siempre sus negocios de esta manera y de haber logrado transmitir estos valores  a su organización, siendo este el legado que quiere dejar a su familia y a su entorno. Y hoy está cosechando los frutos de esa manera de hacer las cosas: sus colegas y proveedores lo reconocen como un caballero, una persona confiable y muy respetuosa.

Actualmente sus compañías son exitosas empresas de casinos con operación en Santander y Norte de Santander, que enfrentan grandes preocupaciones como son los temas impositivos y los requerimientos del Estado, que han hecho que el aparato administrativo haya crecido desproporcionadamente. Con respecto al sector en general, don Julio opina que “este es un negocio que ha venido evolucionando, el juego va migrando hacia las apuestas por internet y tenemos que ir aprendiendo e incursionando en esos temas en la medida en que se pueda. Esto es un negocio de tecnología, si usted no está renovando equipos y pendiente de las novedades, se queda relegado y es muy difícil alcanzar a los competidores”.

Don Julio es miembro activo de la Junta Directiva de Fecoljuegos, federación de la que dice que “dio un giro, tenemos un nuevo liderazgo que trajo un aire nuevo de ‘hacer’, de hacernos escuchar, de perder ese miedo a demandar soluciones. Vemos que con este estilo de liderazgo avanzaremos en la consecución de los objetivos que nos hemos propuesto”.

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